Si amigos, lo recuerdo como si hubiera sido ayer, aquella tarde noche, cuando empezamos a estar bajo el acecho de: ¡El hombre Lobo!
Sí, por increíble que parezca, hubo una ocasión cuando estuvimos bajo la mira de un licántropo. Ese ser maldito que en las noches de luna llena se convierte en una bestia sedienta de sangre, mitad humano, mitad lobo.
Una bestia casi invulnerable, de fuerza descomunal. Una bestia que no podía ser ahuyentada por medios comunes como los animales salvajes, ni por medios religiosos como los vampiros. ¡Vaya calamidad!
Sin embargo, debo comentarles entonces como estuvo…

El comienzo de «El acecho del hombre lobo»
Todo comenzó cuando don Chon se fue a tomar al cañal (cañaveral) como tantas otras ocasiones. Por cierto, cabe mencionar que don Chon no es el nombre verdadero. En este sentido, como se dice por ahí: «los nombres han sido cambiados para proteger a los inocentes».
¿En qué me quedé? Ah, sí, que don Chon se había ido a echar sus copas al cañal con sus amigos, como tantas veces lo había hecho. Sin embargo, tomó tanto, que cuando se despidieron no pudo llegar a su casa, se quedó dormido en medio de la plantación. Cuando se despertó, aún estaba medio borracho. Aunque, con la suficiente sobriedad como para poder irse caminando bajo la luz de la luna llena que le permitía ver bien su camino.
Contaba don Chon, que ya iba de regreso por los caminos laterales de los cañales, cuando lo vio en un claro de la plantación. Era un hombre lobo aterrador. Decía don Chon que se lo topo casi de frente, que venía mirando al suelo, pero que cuando subió la mirada, lo vio. También dijo el señor, que salió corriendo como alma que lleva el diablo. Bueno, no, la verdad dijo que salió como “pedo de empachado”, o ¿solo era mi tía la que decía eso? No recuerdo exactamente, pero algo así dijo. De hecho, dijo que del susto hasta se le bajó la borrachera que le quedaba.

El pueblo en alerta
Nuevamente, como cuando estuvimos bajo la sombra del vampiro, el pueblo se puso alerta. Aunque el vampiro se mantuvo a raya gracias a los símbolos religiosos benditos, ahora sería un poco más complicado. Esta vez, la amenaza era menos espiritual. Se trataba de una bestia que solo podía abatirse con balas de plata y posiblemente con armas benditas. Desafortunadamente en el pueblo no había armas de fuego o al menos no en manos de los afectados.
En esta ocasión los muchachos rebeldes que se reunían a tomar el refresco tomaron una actitud más activa. Formaron equipos para patrullar el pueblo armados con palos y nunchakus. Estos últimos popularizados por las películas de Kung Fu que eran bastante comunes en esos tiempos. Eso sí, esos nunchakus y palos, rociados con agua bendita. No lo vi con mis propios ojos, pero alguien lo comentó.

La captura
Al final, con los rondines de las partidas de muchachos rebeldes armados con chacos benditos, a la policía no le quedó más que involucrarse. Se dedicaron a peinar la zona, tanto rebeldones como policías, hasta que por fin dieron con el temible hombre lobo.
Resulta que era un indigente que dormía en el cañal donde don Chon solía ir a tomar con sus amigos. Esa noche de luna llena, don Chon se topó con él, cuando regresaba a casa. Con lo barbón y sucio que estaba el indigente y la luz platinada de la luna, le pareció que era un hombre lobo. Además que el indigente le siguió un tramo para pedirle algo de comer.

En fin, amigos, así estuvo cuando permanecimos bajo el acecho del hombre lobo.
¿Han estado ustedes, amigos, bajo el acecho de algún licántropo?



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